Comisión de sabios y polución de necios

Rafael Durán Muñoz

 

A los inteligentes no les gustan los sabios. Será por eso que a Montserrat Caballé no le gusta la inteligencia de los necios. Perdónenme: lo dijo en ese programa tan deleznable de TVE que nos ha permitido aprender y deleitarnos y pensar con ella y con Antonio Gala o con los no menos impagables Ruiz Gallardón y Sabina. Deleznable, sí, porque no sé si su cuota de pantalla o su índice de audiencia o ambos lo sitúan allí donde debería ser extirpado de la parrilla de televisión, supongo que como todo programa de debate o cultural del gusto de la inmensa minoría. Claro, porque la calidad de un programa se mide por su rentabilidad, que a su vez se calcula por la audiencia, que es inteligente. Algunos se atreven a introducir la democracia en la ecuación. Dejémonos de ironías: no, ni la selección de programa y cadena tiene nada que ver con la democracia ni aflora ahí prueba de calidad o inteligencia alguna. Antes al contrario, dejándose llevar por esa lógica darwinista, en vez de contribuir a su función social como escuelas de ciudadanía, están los medios de comunicación, la televisión en particular, sirviendo el interés de quienes no ven ni quieren más pueblo que un populacho: ávido de pan y circo, carente de toda sensibilidad, ajeno a todo compromiso e incapaz de juicio crítico alguno. Como el hombre-masa de Ortega, no sólo interesa un telespectador necio, sino jactancioso de su necedad. Lejos de darle al pueblo lo que el pueblo demanda en su sano ejercicio de la democracia, asistimos a una suerte de contaminación de nuestro ecosistema social y político por mor de una actuación irresponsable de los que son destacados agentes de socialización. La televisión pública debería recibir el trato de espacio protegido, no para el lucro de nadie ni el despilfarro de fondo público alguno, sino para la satisfacción de las funciones y la defensa y promoción de los valores que la sabiduría le encomienda, diga lo que diga la inteligencia de los necios, la necedad de las masas.

 

Málaga, 5 de marzo de 2005

Remitido como Carta al Director de un diario nacional