El imprinting y la normalización

 

Al determinismo de los paradigmas y modelos explicativos se asocia el determinismo de las convicciones y creencias que, cuando reinan en una sociedad imponen a todos y a cada uno la fuerza imperativa de lo sagrado, la fuerza normalizadora del dogma o la fuerza prohibitiva del tabú. Las doctrinas e ideologías dominantes disponen igualmente de la fuerza imperativa que anuncia la evidencia a los convencidos y la fuerza coercitiva que suscita el miedo inhibidor en los otros.

El poder imperativo y prohibitivo del conjunto de paradigmas, creencias oficiales, doctrinas reinantes y verdades establecidas, determina los estereotipos cognitivos, las ideas establecidas sin examen, las creencias estúpidas y no discutidas, los absurdos dominantes, el rechazo de evidencias en nombre de la evidencia y él hace que reinen bajo los cielos los conformismos cognitivos e intelectuales.

Todas las determinaciones específicamente socio-económico-políticas (poder, jerarquía, división de clases, especialización y, en nuestros tiempos modernos, tecnoburocratización del trabajo) y todas las determinaciones culturales convergen y establecen una sinergia para encarcelar al conocimiento en un multideterminismo de imperativos, normas, prohibiciones, rigideces y bloqueos.

Bajo el conformismo cognitivo hay mucho más que conformismo. Hay un imprinting cultural, una huella matricial que inscribe a fondo el conformismo, y hay una normalización que elimina lo que podría contestarle. El imprinting es un término que Konrad Lorentz propuso para dar cuenta de la marca sin retorno que imponen las primeras experiencias del animal joven (como en el pajarillo que, al salir del huevo, sigue al primer ser viviente que le pilla cerca tomándolo por su madre; es algo que ya nos había contado Andersen a su manera en la historia de El patito feo). El imprinting cultural marca a los seres humanos desde su nacimiento, primero con el sello de la cultura familiar, luego con el de la escolar, y continúa luego en la universidad o en la profesión.

Así, la selección sociológica y cultural de las ideas raramente obedece a su verdad; puede, por el contrario, ser despiadada con la búsqueda de la verdad.

 

Edgar Morin, Los siete saberes necesarios para la educación del futuro

(Barcelona, Paidós, 2001), pp.35-36