Reformas de Estatutos

 Rafael Durán Muñoz

¿La relación de Cataluña con España? De eso se habla estos días. ¿De Andalucía con España? ¿Del País Vasco? Sí, también. La relación de la parte con el todo. Aunque hay mucho aldeanismo (no sólo periférico), España no se desintegra, nos duele; nos duele cada una de sus partes desde cada una de ellas, tanto más cuanto más arrogante e insultante es este Madrid de Génova sin España. Pero falta hablar (pública, insistente y sosegadamente) de la relación del todo con sus partes. Debe hacerlo quien cree en la pluralidad y en la solidaridad, en ese progreso; quien no confunde diferencia y desigualdad; quien concibe el nacionalismo como civismo. Sólo calando su discurso, sorteada la tergiversación mediática de parte, se hará centrípeto lo que parece centrífugo. Sólo así estaremos ante la regeneración que impone la crisis del momento. Recordar el 98 no es baladí.

            La descentralización no es sólo cesión de competencias; implica un segundo pacto, no entre individuos, sino entre territorios. Afecta al diseño tanto de la representación territorial como de las relaciones de subordinación, inordinación y coordinación entre el Estado y las unidades infraestatales de autogobierno, las Comunidades Autónomas, que también son Estado. España no es un Estado federal; ni tan siquiera ha cerrado su conformación descentralizada. Frente a las relaciones bilaterales y de confrontación o negociación; frente a la deriva centralizadora o de agresión a los territorios discrepantes; frente a la recuperación del discurso de la anti-España que debimos superar en el 78, urge la racionalización, con o sin asimetrías, de la relación entre el todo y sus partes. Regeneración y pedagogía, sin estridencias.

 

17 de diciembre de 2003