Una mayoría nueva y distinta

Rafael Durán Muñoz

 

El País, domingo 14-3-04

El País, domingo 14-3-04

Lo que ha ocurrido es terrible. Estamos todos en España apesadumbrados y desconcertados. El jueves 11 de marzo tuvimos nuestro día de la ignominia. Todos hemos llorado. Hay pequeñas historias que todos hacemos nuestras. Todos nos hemos hecho uno. Por eso el dolor es tan grande. Quizás lo más triste sea, sin embargo, lo abandonados que nos hemos visto por nuestros propios gobernantes. Un pueblo sin representantes es desolador. En democracia, más aún. Al insulto por discrepar se ha unido esto. Pero hemos renacido. La España de la solidaridad, de la entrega y del compromiso cívico; la España que se quiere digna y que exige respeto ha renacido. Desde el dolor y la ira, sin rencor, con razón, las urnas se han llenado de votos de transparencia, diálogo y participación. Ahora, son los nuevos gobernantes, pero también los recién elegidos representantes del soberano, los que han de merecer su elección, y mantener viva y extender la llama prendida. Para ello, ante todo, mucha pedagogía política. El dolor del 11-M debe engendrar esperanza. Ni nos podemos dejar atemorizar ante la barbarie ni debemos permitir el debilitamiento de nuestra democracia.

El del 14-M no es un voto de miedo, como no lo fueron las manifestaciones y concentraciones masivas del viernes en contra de la masacre y sus agentes, como no lo fueron en Ermua –entonces contra ETA– las que le dijeron al terrorismo “aquí tienes mi nuca”. Es un voto de ira contra la mentira y la displicencia de que han hecho estandarte la mayoría absoluta de un único grupo parlamentario durante la última legislatura y el gobierno al que sustentaba, que no era de la Nación. Es un voto de confianza en los valores y principios con que el partido más votado engalana su discurso por boca del candidato a la Presidencia del Gobierno que ha de ser de la Nación. No es un voto cobarde de quien quiere abandonar a los irakíes a su suerte ante la embestida del terrorismo internacional. El del 14-M es un voto de reafirmación de los valores que animan la Carta de las Naciones Unidas. Cuestión distinta es la destreza y capacidad que tenga el nuevo gobierno para hacerlo entender así en los foros nacionales e internacionales a los que habrá de acudir. En todo caso, conviene recordar que, si el terrorismo de Al Qaeda no se combate con cañones, los cañones en Irak no han hecho sino crear resistencia y terrorismo donde no lo había y distraer esfuerzos del terrorismo que verdaderamente nos amenaza y nos masacra.

Frente a quienes defienden en las Azores que Hobbes sea el liberalismo en tiempos de crisis, los españoles no hemos querido sacrificar nuestra libertad; la arbitrariedad no es el camino de vuelta a la seguridad, amenazada, si no perdida. Rotas las cadenas de la manipulación informativa por la torpeza gubernamental de los días y aun horas previas a la apertura de los colegios electorales, la tendencia que apuntaban los sondeos preelectorales (en el peor de los casos para el Partido Porpular, le otorgaban empate técnico) se precipitó hasta hacerle perder 690.666 de los votos que obtuvo en las generales de 2000 y colocarse por detrás del Partido Socialista, a 1,279.175 votos. Según la última encuesta de Opina para La SER, pese a que el 59% de los españoles creía necesario un cambio de partido en el gobierno y a que el 41% prefería que ganara Zapatero –frente al 36%, que optaba por Rajoy–, el 68% creía que iba a ganar el candidato del PP. Finalmente, tanto los indecisos de la precampaña como los de última hora (entre ambos, también esa masa creciente de ciudadanos que se autoubican en el centro del continuo izquierda-derecha) encontraron sobradas razones para, sin descartar del análisis el voto útil ni los efectos automáticos del sistema electoral (ambos perversos para IU), abandonar la abstención de pasadas elecciones y optar ora por el “cambio tranquilo” ora por la representación nacionalista de sus intereses. Otra hipoteca para la nueva legislatura es, precisamente, la de la falta de diálogo y aun comunicación interterritorial en España; peor aún, las tendencias centrífugas que ha propiciado.

En España, como primero ocurriera en Cataluña, parece haber vuelto la política como actividad y como convicción, la convicción de que, así como la marcha de la economía no puede hacer de un pueblo un estómago agradecido, el ejercicio de la soberanía y del patriotismo excede la izada de la bandera, por más metros cuadrados que despliegue. No se trata de hacer democracia de pancarta. Sí, de hacer parlamentaria una democracia que se esfuerce por preservar, también, el derecho a la huelga (art.28.2 CE), el derecho de reunión y manifestación (art.21) o el derecho a comunicar y recibir libremente información veraz (art.20), particularmente, por parte de las autoridades gubernamentales y de los medios de comunicación públicos. Para ello no es óbice que el grupo parlamentario que sustente al gobierno central tenga una mayoría sólo relativa. Por el contrario, ello fuerza el diálogo, lo institucionaliza. Podemos estar ante una recuperación de la forma de hacer política que nos permitió transitar del autoritarismo a la democracia. Será el momento de festejar el aniversario de la Constitución.

 

 

 Publicado en La Opinión de Málaga, 18 de marzo, 2004

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